La Alpujarra se encuentra situada entre Sierra Nevada, la sierra de Lújar y la sierra de Gádor, abriéndose al Mediterráneo desde el Mulhacén, el pico más alto de la Península Ibérica. De paisaje abrupto y colorido, su orografía esta surcada de barrancos, desfiladeros y valles, donde descansan, y a veces escalan, los pueblos de esta comarca.
Habitada por fenicios y romanos, fueron los ocho siglos de dominación árafbe los que le dieron su arquitectura escalonada, su sistema de regadíos, su gastronomía y hasta su nombre. Aislada y de difícil acceso durante siglos, este escarpado territorio se ha mantenido casi virgen, como si en la Alpujarra se hubiese detenido el tiempo. Los pueblos de la Alpujarra, con sus casas encaladas de blanco, se derraman por las laderas entre el verde de los bosques.
La belleza de estos pueblos es sólo uno de sus muchos atractivos. Lanjarón, ciudad balneario famosa por la longevidad y buena salud de sus habitantes, es la puerta a las maravillas alpujarreñas. Trevélez, el municipio más alto de Europa, es conocido sobre todo por sus exquisitos jamones. Otro de los principales destinos turísticos es el barranco de Poqueira, donde se encuentran los pueblos de Pampaneira, Bubión y Capileira. Cuentan que es esta una zona de duendes y hechiceras, además de olor a olivo y de truchas con jamón.
El río Guadalfeo parte longitudinalmente la Alpujarra en dos, dando lugar a la Alpujarra Alta y la Alpujarra Baja. La Alta cae en la parte meridional de Sierra Nevada donde se encuentran bellos pueblos como Bérchules, Busquístar, Bubión, Juviles o Yegen. La Alpujarra Baja está constituida por La Contraviesa, donde encontramos peculiares pueblos como Lújar, Sorvilán y Albondón entre otros.
Pueblos que con su encanto han maravillado a propios y extraños. Pedro Antonio de Alarcón les dedicó el primer libro de viajes en lengua castellana y Gerald Brenan cantó sus excelencias en Al sur de Granada. Para Federico García Lorca fue “el país de ninguna parte”. La danza, el baile y las canciones constituyen una parte importante de un rico folclore y una tradición ancestral. Las fiestas de Moros y Cristianos se celebran en un buen número de poblaciones, pero una de las manifestaciones más originales de la comarca son los trovos alpujarreños. En ellos, dos troveros cantan a turnos improvisando sobre la marcha la replica de lo que ha cantado el otro.
Junto a la Alpujarra se encuentra el fértil Valle de Lecrín donde las plantaciones de naranjos y limoneros perfuman, en primavera, el aire de un embriagante aroma a azahar. Antiguos molinos de harina, castillos musulmanes y cortijos con encanto salpican esta tranquila y luminosa comarca.