La Hoya de Guadix y las altiplanicies de Baza y Huéscar, al Norte de la provincia, son dos amplias depresiones intercaladas entre las serranías béticas, repletas de pasillos, corredores y abrigos naturales han sido escenario desde la Antigüedad de numerosos asentamientos.
Así, el denominado hábitat troglodítico, que hace referencia al peculiar modo de organización humana en cavernas, alcanzó en ambas zonas un gran desarrollo, que se refleja en los numerosos restos arqueológicos hallados.
Al yacimiento argárico de La Balunca, en Castilléjar, se suman las Cuevas de la Tía Micaela y Sin Salida (ambas en Cortes y Graena) y la Cueva Horá, Abrigo de Luis Martínez y Cuevas de Panoría (todas en Darro), abrigos naturales ocupados por cazadores y recolectores paleolíticos que dejaron en sus paredes numerosas pinturas esquemáticas y vestigios del arte rupestre. Asimismo, al este de la localidad granadina de Píñar se hallan la Cueva de la Carigüela y, sobre todo, la famosa Cueva de las Ventanas, habitada desde el Paleolítico Medio. Esta gruta acondicionada a la perfección para su uso turístico recibe su nombre por las tres bocas de acceso que presenta desde el exterior, la única entrada y salida de la cavidad.
La fertilidad de las tierras circundantes, así como su enorme riqueza minera, fueron favoreciendo también la penetración temprana de pueblos llegados desde el Mediterráneo que aprovecharon las óptimas condiciones del terreno (formado por materiales blandos, compactos e impermeables) para excavar, en las empinadas laderas de los ríos, nuevas cuevas.
Los romanos, aunque optaron por sus ‘villae’ exentas, las situaron en las inmediaciones de las cuevas actuales, confirmando, pues, el magnífico enclave de éstas. Los godos seguirían el ejemplo del Imperio Romano.