En la misma vertical de Carataunas, pero a 200 metros más cerca del cielo, Soportújar muestra uno de los conjuntos arquitectónicos más característicos de la Alpujarra. Gracias a sus numerosos ‘tinaos’, una especie de pasadizos que, debido a la inclinación del terreno, forman las calles al pasar bajo las casas.
La localidad alpujarreña de Soportújar es conocida desde antiguo como “tierra de brujas”, un apelativo que sus habitantes aceptaron durante siglos con resignación, hasta que en 2017 su Ayuntamiento decidió explotar sus atribuciones mágicas como atractivo turístico. Desde entonces, el pueblo ha ido incorporando en sus calles figuras de brujas, trasgos, duendes, hechiceras y dragones para crear una especie de parque temático callejero que atrae a miles de visitantes.
Otra nota destacable desde el punto de vista turístico es que Soportújar alberga el primer centro budista de España, fundado por el Lama Yeshé en el Cerro de Atalaya y consagrado por el propio Dalai Lama. Aquí cualquier persona, sin necesidad de profesar la fe budista pero sí respetándola, puede pasar una época de retiro y aislamiento en contacto con la naturaleza. El centro se llama O Sel Ling, que significa “lugar de luz clara”.
También es recomendable la visita a la Casa Forestal situada en pleno parque de Soportújar, unos kilómetros más arriba del pueblo, adonde se llega por la pista que sale del Padre Eterno atravesando un frondoso arbolado.
Ubicada en pleno Parque Natural de Sierra Nevada y en el corazón de la Alpujarra, los orígenes de esta localidad como núcleo urbano se remontan al siglo XIII, cuando Soportújar era una alquería que pertenecía a la Taha de Órgiva.
Como toda la comarca tuvo especial protagonismo en la sublevación de Abén Humeya en el siglo XVI y pagó las consecuencias con la expulsión de los rebeldes moriscos y su consiguiente despoblamiento. Felipe II entregó el lugar a 27 familias procedentes de otras regiones y desde entonces ha conservado el carácter típico de la zona y se ha mantenido con un censo de población muy bajo.
Al entramado urbano del pueblo debe su nombre, ya que Soportújar significa “lugar de soportales”, en referencia a la abundancia de los típicos pasadizos callejeros conocidos como tinaos.
En Soportújar se cultivan deliciosas manzanas rojas y sabrosísimas castañas, y también se elabora un buen aceite de oliva. Las migas, las patatas a lo pobre, el puchero de hinojos, la cazuela gitana, los embutidos y los jamones merecen ser destacados. Por último, cuenta con una gran variedad de recetas para hacer roscos, el dulce más típico del municipio.