Inclinada sobre la ladera de la Sierra del Manar, que es la estribación más occidental de Sierra Nevada, la villa de Padul es la primera localidad geográficamente perteneciente al Valle de Lecrín cuando se accede a él desde Granada. Su privilegiada posición en la cabeza de la comarca y su proximidad a la capital han condicionado tanto su devenir histórico como su desarrollo urbano y su próspera economía.
El paraje conocido como La Laguna es un lugar que no se puede pasar por alto. Éste es un importante humedal que cuenta con una peculiar turbera en la que han aparecido restos de animales prehistóricos, entre ellos parte de un espectacular esqueleto de mamut. La Laguna es también un magnífico lugar para la observación de aves migratorias y está especialmente adaptado con miradores y visitas guiadas por naturalistas. Asimismo, para los amantes de la naturaleza, el monte del Manar es un rincón privilegiado para practicar senderismo, parapente o excursiones en bicicleta o a caballo.
El Valle de Lecrín goza de microclima propio, con vientos atemperados y benéficos que dan lugar a paisajes de serena belleza donde prosperan los cultivos mediterráneos, como naranjos y limoneros.
Además de por importantes edificios, el patrimonio de Padul está compuesto por la Fuente de los Cinco Caños, construida en 1556, y el popular Calvario, con sus grandes cruces de piedra datadas en 1700.
Se han hallado numerosas huellas de rodaduras de carros grabadas en la piedra en el paraje de Los Molinos, junto a la fuente del Malnombre. Había en este lugar una vía romana de comunicación hacia Almuñécar, por lo que se confirma que este territorio ya existía como núcleo de población en el Imperio Romano. Pero otros indicios como la aparición de puntas de flecha, hachas y otros instrumentos ponen de manifiesto que hubo asentamientos desde la prehistoria.
La denominación de Padul procede del termino latino paludem, que significa laguna o lugar pantanoso. Se debe, probablemente, a la que había junto al pueblo y que fue desecada en el siglo XVIII para transformar su suelo en tierras de cultivo. Los islámicos la llamaron Al-Badul y lo convirtieron un lugar muy próspero, tanto por sus cultivos como por las fábricas de seda y los molinos de pan y de aceite. Se dice que aquí vivió un hijo de Muza a principios del siglo VIII.
Pasó de las manos de Boabdil a las de El Zagal, de éste a Fernando el Católico y de nuevo a Boabdil. Hasta que fue conquistada definitivamente por el marqués de Villena y bajo el mando de Pérez de Aróstegui ejerció una heroica defensa frente a los sublevados moriscos. En el siglo XIX, durante los años de la primera República, El Padul se declaró Cantón independiente. De actividad tradicionalmente agrícola, a lo largo de los últimos años está adquiriendo especial protagonismo en el sector de la construcción con varias canteras de arena y fábricas de ladrillos, tejas y bovedillas.
Padul cuenta con una importante tradición gastronómica, son típicos sus chotos al ajillo, las variadas tortillas (de cebolla, collejas, patatas o jamón), los embutidos y las chuletillas adobadas.