Murtas se encuentra asentada en la falda de su célebre Cerrajón, uno de los atractivos turísticos más destacables del municipio. Con sus 1.508 metros de altitud, éste es el pico más elevado de la Contraviesa y, por ello, uno de los mejores lugares de observación de toda la comarca. En él se puede observar desde las cumbres de Sierra Nevada hasta la costa del Mediterráneo.
En el Cerrajón hay dos cuevas: La Gotera, en la parte superior de la cara norte, y La Vieja, en la cara sur, cerca de la Fuente de Inotes, que abastece al municipio de agua potable. También a espaldas de la Venta del Chaleco existe otra cueva, en el Cerro del Minchal.
Los murteños conservan una gran afición por los trovos, una tradición musical muy extendida en la Alpujarra. Los trovos son quintillas –estrofas de cinco versos, normalmente octosílabos– que se cantan con el acompañamiento musical de instrumentos de cuerda. Sus características primordiales son letras mordaces y sarcasticas y, sobre todo, la improvisación y la rapidez de las respuestas de unos trovadores a otros, lo que los alpujarreños llaman el arte de repentizar, del que organizan festivales y competiciones.
La denominación de este municipio procede del termino mozárabe mirto o mirtux, referido al árbol de tal especie, el mirto o arrayán. Se han hallado hachas y otros restos arqueológicos de la edad de bronce que permiten asegurar que en este territorio hubo asentamientos humanos desde el Neolítico.
Durante el periodo nazarí, Murtas perteneció a la taha de Sahill. Tras la conquista de los Reyes Católicos la población morisca opuso resistencia a la presión cristiana, protagonizando un levantamiento bajo el mando de Aben Humeya. Esta rebelión desembocó en la expulsión del pueblo sublevado y el consiguiente despoblamiento de la zona. Cristianos procedentes de Castilla, Galicia y Asturias fueron los encargados de repoblar estas tierras, donde en el siglo XIX despertó una floreciente industria de vinos y seda.
Murtas cuenta con una de las industrias de repostería más prestigiosas de Granada, la cooperativa la Murteña. Además de los tradicionales dulces moriscos alpujarreños, como los soplillos y los cuajados, esta cooperativa elabora otros de más reciente invención, como el queso de almendra.
La tradición vitivinícola ha sido secundada por las Bodegas Cuatro Vientos, una de las pocas que elabora caldos de calidad en la provincia. Uno de los platos más afamados y sabrosos es el conejo al colorín.