Palladio y Le Corbusier son dos formas de entender la misma esencia: el encuentro de la luz y la forma para consagrar el hecho arquitectónico y el espacio, la luz y el orden como necesidades del bienestar del ser humano.
El espacio existe, pero hay que acotarlo. Las líneas del plano son como la sombra del perfil de una viga, hay un tanto de mágico el encerrar el aire y crear una dimensión que puede acoger o aplastar al usuario.
En la obra de Carmen Vila, se superponen los elementos modulares esenciales para la recreación del espacio acotado, racionalizado, proporcionado y, por tanto, vivible y asumible que la experiencia del canon arquitectónico ha ido decantando sobre la obra de la autora. Espacios ensamblables de transparencia aérea, recreación de modelos apilables, consecución de soportes verticales a través de módulos independientes y maquetas de exquisita pátina cerámica, nos introducen en el plano vivencial de la investigación arquitectónica reflejando la alteración de la naturaleza, no como oposición, sino como adaptación a la necesidad de orden frente al caos, seguridad frente a incertidumbre. La obra de Vila es una propuesta evolutiva con la porcelana como materia sensible, de una realidad tangible como las realizadas por Palladio y Le Corbusier.