En Israel Fernández coexisten dos mundos: el antiguo y el contemporáneo. Él consigue rejuvenecer el cante de antaño para dotarlo de elementos nuevos y hacerlo llegar a la afición actual. Su voz, impregnada de un espectro muy amplio de características donde el desgarro, el pellizco y lo gitano conviven con la velocidad, la dulzura y la musicalidad, le han convertido en un referente para la afición.